Color en la Arquitectura Postmoderna
Para el entendimiento y la clasificación de las distintas tendencias en la arquitectura, empleamos la categorización que establece el historiador Juan Antonio Ramírez, fundamentada en cuatro posturas ante los principios del movimiento moderno. Consiste en una agrupación amplia, que abarca gran número de arquitectos (e incluso arquitecturas posteriores) y que se corresponde, aproximadamente, con cada una de las décadas de la segunda mitad del s. XX: nuevas utopías (años ’60), racionalismo iluminista (años ’70), postmodernidad figurativa (años ’80) y deconstrucción (años ’90). Se ha empleado la categorización de J. A. Ramírez porque introduce sencillez en un periodo tan complejo y con tantas lecturas, y consigue aunar las actitudes de rechazo ante la modernidad, las principales escuelas y movimientos artísticos del periodo en una estructura coherente con la cronología. Esto lo distingue de otros historiadores que desarrollan clasificaciones mucho más prolijas y confusas, que se fundamentan habitualmente en las similitudes formales entre obras y no tanto en su vinculación o rechazo respecto de la modernidad.
Con la intención de poder entender las principales inquietudes postmodernas y sin ánimo de encasillar a ningún personaje en un ámbito que no le corresponda, se advierte que la clasificación pretende orientar en un mar de términos, contextos, personajes y arquitecturas singulares y no establecer nuevas categorizaciones en el campo de la historiografía, lo que superaría el ámbito de esta tesis. En todo caso, y como afirma el historiador, la lectura de lo postmoderno no puede ser aún una lectura ordenada y sencilla:
“La postmodernidad es un cajón de sastre donde se mete todo aquello que se enfrenta críticamente a la modernidad, y todo lo que vino después de que ésta dejara de ser la doctrina dominante en los medios especializados y en los centros de decisión político-económicos. Quizá no sea mucho, como caracterización de un fenómeno complejo, pero sí puede dar una pauta de sensatez, en el modo de plantear los debates, a otros dominios de la cultura“ (J. A. Ramírez en: Bozal Fernández, 1996).
El inicio de la postmodernidad
Después de la Segunda Guerra Mundial (1945), los principios practicados y defendidos por el Movimiento Moderno se extienden al ámbito de toda la arquitectura occidental desde las escuelas de arquitectura hasta las oficinas de diseño:
“La reconstrucción de la postguerra y el fuerte tirón especulativo de los años cincuenta y sesenta se apoyaron, pues, en ideas modernas como la zonificación urbana, la concentración de las viviendas en bloques rodeados de espacios verdes, el amplio recurso a la industria de la construcción, etc. Por encima de todo, [los arquitectos] se sirvieron de un lenguaje ortogonal, sin ornamentos, desprovisto de toda referencia histórica. (…) La «guerra fría» contribuyó, por otra parte, a despojar a tal arquitectura de sus adherencias sociales o/y revolucionarias y así es como los anhelos utopizantes de antaño pudieron servir como coartada para la extensión universal e indiscriminada de una arquitectura monótona y de muy baja calidad” (Bozal Fernández, 1996).
Es el momento de los grandes planes urbanísticos basados en criterios modernos de zonificación y amnesia histórica que alteran la calidad de algunos centros históricos europeos de gran valor tradicional. A finales de los años setenta empiezan a surgir voces clamorosas que reivindican una arquitectura alternativa aunque no se habla todavía de una verdadera arquitectura postmoderna. Es en el año 1977, con la publicación del libro “The language of Post-Modern Architecture” (El lenguaje de la arquitectura postmoderna) cuando el historiador y arquitecto estadounidense Charles Jenks (1939-), sitúa el momento de la defunción de la arquitectura moderna. El capítulo uno del libro, que lleva por título “la muerte de la arquitectura moderna” comienza con las siguientes palabras:
“Afortunadamente, la muerte de la arquitectura moderna se puede fechar con toda exactitud: se extinguió completa y definitivamente en 1972” (Ch. Jenks en Thoenes & Evers, 2006).
Jenks identifica el nacimiento de la postmodernidad con la fecha en que fueron dinamitados los edificios de viviendas Pruítt-Igoe en St. Louis (Missouri, USA), obra del arquitecto Minoru Yamasaki, quien más tarde proyectaría el World Trade Center de Nueva York.
“(…) Se trataba de construcciones radicalmente «modernas» que habían ganado un premio del Instituto Norteamericano de Arquitectos cuando se diseñaron en 1951. Veinte años después se consideraban inhabitables. Los largos y monótonos pasillos de estos edificios y el carácter despersonalizado de su diseño habían fomentado tan peligrosamente la delincuencia que no se encontró mejor solución que demolerlos. La arquitectura, como vemos, fue culpabilizada de males sociales muy complejos. Puede ser exagerado atribuir en exclusiva a las viviendas la depresión o la agresividad de sus habitantes, pero tampoco conviene olvidar que los grandes profetas de la modernidad habían asociado con la nueva arquitectura un incremento nada despreciable de virtudes y sentimientos positivos” (Bozal Fernández, 1996).
Fig. Demolición de los edificios de viviendas Pruitt-Igoe, St. Louis (Missouri, USA), Abril de 1972.
Esta datación del nacimiento de la postmodernidad, que puede resultar interesante desde un punto de vista historiográfico, nos advierte J. A. Ramírez que no necesariamente es una frontera definitiva entre lo moderno y lo postmoderno, y que deben diferenciarse componentes formales, ideológicos y económico-políticos involucrados en el asunto. Para el desarrollo de nuestra investigación comenzamos el estudio de la postmodernidad en los años sesenta, cuando empiezan a alzarse voces críticas contra algunas verdades asumidas por la modernidad.
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