Color para DESCRIBIR la arquitectura

ICONO funcionICONO formal

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando el color se emplea como estrategia para la descripción del objeto arquitectónico implica la participación consciente del observador. El sistema de colores y las reglas con las que están dispuestos permiten formular y comprender un mensaje que describe la realidad arquitectónica: su composición, su función o alguna otra particularidad. Esta estrategia cromática adquiere relevancia en la arquitectura civil del s. XIX (p. ej. Crystal Palace de Joseph Paxton), perdura gracias al interés de los arquitectos de la modernidad por la máquina (p.ej. Le Corbusier), es heredado por las Nuevas Utopías de los años ’60 que imaginan mundos tecnológicos (p.ej. Archigram), y permanece en la actualidad a través de la arquitectura High Tech (p.ej. Norman Foster). Esta estrategia requiere la elección de un conjunto de colores que se distingan correctamente y puedan asociarse a un significado determinado. El proyectista debe dominar los umbrales de discriminación cromática y las variables que en él intervienen, así como las leyes de contraste. Los colores que se emplean como códigos visuales para poder distinguirse entre sí y transmitir determinados significados convencionales deben poseer características colorimétricas bien diferenciadas, por lo que es habitual que los arquitectos recurran a colores primarios o muy alejados en el círculo cromático.

En esta sección se engloban los ejemplos de composiciones que recurren al color como estrategia para describir la arquitectura en algún aspecto de su organización. De diversas maneras, el color se emplea con la finalidad de interferir en la lectura del edificio, en su entendimiento, en su comprensión. El color colabora en su descripción visual, pone en evidencia aspectos de la arquitectura que no son inmediatos a priori y que requieren un trabajo de interpretación por parte del observador.
De modo que existe una diferencia significativa respecto a las estrategias plásticas para interferir en la percepción de las propiedades visuales de objeto arquitectónico, y se trata de la participación consciente del observador. Cuando se habla de los colores como estrategias para interferir en las propiedades visuales del objeto arquitectónico nos situamos en un primer estadio de la percepción en el que intervienen estímulos visuales y mecanismos inconscientes de agrupación y asociación de dichos estímulos en “paquetes de información”. Cuando se habla del color como estrategia para interferir en la descripción del objeto arquitectónico nos referimos a un segundo nivel de “conocimiento” del edificio, en el que hay una intervención activa de los mecanismos conscientes de pensamiento del observador.
Una de las características de los colores descriptivos es que se trata de colores codificados. El sistema de colores y las reglas con las que están dispuestos permiten formular y comprender un mensaje. Un mensaje cuyo contenido no necesariamente tiene por qué estar orientado a provocar un estado de ánimo particular en el observador, ni siquiera el de referenciar otras realidades arquitectónicas del pasado o de la cultura. El sentido narrativo de estos colores radica en su capacidad de describir la propia realidad arquitectónica: su composición y su función, y por lo tanto transmiten al observador mensajes que le ayudan a orientarse y comprender el objeto o el espacio en alguna de sus particularidades.
Cuando la coloración se dispone como estrategia para describir la arquitectura, se da prioridad a la capacidad que tienen las gamas cromáticas para definir, para ordenar o delinear los elementos que componen la arquitectura, frente a otros criterios plásticos de tipo estético o decorativo. Suelen buscarse colores fácilmente reconocibles, con una diferenciación clara entre sí y con una disposición más o menos convencional, adaptándose a estándares de significación: el rojo indica peligro o caliente, el azul indica frío, etc. Los aspectos que el color es capaz de “describir” pueden estar relacionados, en un sentido amplio, o bien con la función para la que se destina el edificio, o bien con su composición y su forma. Mediante esta coloración el edificio queda mejor dibujado, queda mejor representado y por lo tanto mejor definido. Debe señalarse que este colorido descriptivo de la arquitectura es habitual en las construcciones de naturaleza industrial, en las que las medidas de seguridad y un empleo eficiente de las instalaciones exigen disponer colores codificados.
Si se atiende a su desarrollo histórico, el color empleado como estrategia para describir el objeto arquitectónico tanto desde un punto de vista formal como funcional evoluciona a lo largo de la modernidad de la siguiente manera: comienza por adquirir relevancia en la arquitectura civil del s. XIX (p. ej. Crystal Palace de Joseph Paxton), perdura gracias al interés de los arquitectos de la modernidad por la máquina (p.ej. Le Corbusier), es heredado por las Nuevas Utopías de los años ’60 que imaginan mundos tecnológicos (p.ej. Archigram), y permanece en la actualidad a través de la arquitectura High Tech (p.ej. Norman Foster).
Si se atiende a los recursos cromáticos empleados para describir la arquitectura, se fundamentan habitualmente en la elección de un conjunto de colores que se distingan correctamente y puedan asociarse a un significado determinado. El proyectista debe dominar las variables de discriminación cromática, lo que implica conocer los umbrales en que se produce dicha discriminación y las leyes de contraste, tanto de tono como de luminosidad (en pocas ocasiones se trabaja con variaciones de croma). Es decir, se debe conocer la capacidad de un ojo para discriminar entre varios colores, ya que a cada uno de ellos se le asigna un significado convencional.
Por discriminación cromática se entiende la capacidad de un observador para “distinguir colores similares” (diccionario Akal del Color, p. 334), en unas determinadas condiciones de iluminación. El umbral de discriminación para un determinado parámetro cromático (tono, valor croma) es la diferencia relativa necesaria para que dos colores cuyas mediciones físicas son distintas sean percibidos como desiguales bajo unas condiciones determinadas de iluminación.

El color empleado como codigo para identificar la propia vivienda es un recurso que se remonta a la antiguedad (cap. II.B.1.1.2). Social housing on the coast. OFIS architeki, Izola (Slovenia), 2005.

El color empleado como código para identificar la propia vivienda es un recurso que se remonta a la antiguedad. Social housing on the coast. OFIS architeki, Izola (Slovenia), 2005.

Nuestra capacidad de discriminación cromática nos ayuda a diferenciar los objetos de cualquier realidad que contemplemos, aunque en este proceso tiene un papel más importante la capacidad de discriminación de la forma que la del color, según R. Arnheim:

“En si, la forma es mejor medio de identificación que el color, no sólo porque ofrece muchas más clases de diferencia cualitativa, sino también porque sus caracteres distintivos son mucho más resistentes a las variaciones ambientales. (…) Las formas son un medio más seguro de identificación y orientación que el color, a menos que la discriminación cromática se reduzca a los primarios fundamentales” (Arnheim, 1984).

De modo coherente con esta afirmación pueden entenderse muchas de las experiencias de la arquitectura racionalista durante los años cincuenta, que a favor de una lectura más clara de la forma de los edificios, hace una renuncia explícita al color.

“Si atendemos, en primer lugar, a su poder de discriminación, reconocemos que la forma nos permite distinguir un número casi infinito de objetos diferentes. Esto se aplica, sobre todo, a los millares de rostros humanos que somos capaces de identificar con bastante seguridad, sobre la base de diferencias formales muy pequeñas. (…) Somos muy sensibles a la hora de distinguir entre sí tonalidades sutilmente diferentes, pero cuando se trata de identificar un determinado color de memoria, a cierta distancia espacial de otro, nuestro poder de discriminación resulta muy limitado” (Arnheim, 1984).

De modo que los colores que se emplean como códigos visuales para poder distinguirse entre sí y transmitir determinados significados convencionales deben poseer características colorimétricas bien diferenciadas, por lo que es habitual que los arquitectos recurran a menudo a colores primarios o a colores bastante alejados en el círculo cromático.

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Arnheim, Rudolf. El Poder Del Centro : Estudio Sobre La Composicion En Las Artes Visuales. Ed. Alianza. Madrid, 1984. pp. 250. ISBN: 8420670456.

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