Transformación cromática
Transformar significa “cambiar la forma” (RAE), pero también “transmutar algo en otra cosa”, de modo que en este apartado se encuentran las estrategias plásticas que intentan cambiar la naturaleza cromática de la arquitectura alterando alguna de las variables que intervienen en la percepción de su color. Si se tiene presente que para que exista color debe haber un iluminante, un objeto iluminado y un observador, se puede señalar que toda transformación cromática está vinculada con un cambio en alguna de estas tres variables.
Los cambios en las condiciones de iluminación y que introducen transformaciones cromáticas en la arquitectura contemporánea se discuten en el capítulo titulado “transformaciones en la fuente lumínica”.
Los cambios en el objeto coloreado pueden producirse gracias a la incorporación de imágenes o reflejos ajenos al objeto; mediante la alteración física del propio objeto, que resulta fácilmente transformable o mediante el empleo de materiales de construcción que cambien su color propio. En los tres casos la arquitectura entendida como objeto coloreado sufre un proceso de transformación cromática.
En otras ocasiones no hay cambios en las condiciones lumínicas ni en las circunstancias físicas del objeto coloreado, y sin embargo el observador percibe la arquitectura como si se transformase cromáticamente. Se trata en estos caso de disposiciones cromáticas inestables. La transformación reside en las limitaciones perceptivas del observador.
Debe señalarse que todas las transformaciones reseña-das y que se van a desarrollar en el presente apartado se refieren a variaciones de los aspectos perceptivos de la arquitectura, pues el color no tiene la capacidad de introducir transformaciones materiales profundas como pudiera ser una redistribución de los espacios o una rehabilitación de la estructura.
Gracias al color, el edificio se transforma en algo nuevo. Esta circunstancia es comentada por el arquitecto Michael Riedij (de Neujtelins and Riedij) a propósito del divorcio entre el medio material y el acabado cromático, entre estructura y acabado superficial. Señala la grandeza y la limitación del empleo de pinturas en los edificios, ya que alteran las aspiraciones de permanencia de la arquitectura y permiten que las decisiones cromáticas queden, en un determinado momento, al arbitrio de cualquier persona ajena al mundo de la arquitectura:
“(…) La distinción entre estructura y acabado realizado, separando las propiedades físicas del interior y el exterior, permite a los colores ser entendidos como una capa de diseño separada en los alzados, independiente del material empleado. Ésta es tanto la belleza como la tragedia de emplear pinturas para colorear edificios. Pueden ser repintados en cualquier época. De este modo, la expresión del edificio y su significado cultural se abandona al capricho del conserje. La pintura como medio de coloración podría parecer que va contra el deseo arquitectónico de expresar la durabilidad de un diseño, su permanencia (Riedijk, 2009).