Intenciones relacionadas con la manifestación de la LIBERTAD creativa

ICONO hedonismo cromaticoICONO transgresion

Se recogen en este apartado todas aquellas intenciones manifestadas por los arquitectos en relación con la expresión de la libertad en el desarrollo de su profesión. Se agrupan en torno a dos grandes grupos: las intenciones vinculadas CON la búsqueda de lo que se ha denominado “hedonismo cromático” y las intenciones meramente provocativas o transgresoras.

El hedonismo cromático se refiere a la expresión de una coloración que persigue el bienestar, el disfrute estético en sí mismo, la deleitación. A menudo es el resultado de un ejercicio de autoafirmación, de estilo y no pocas veces de cierto afán de protagonismo. Otras veces el hedonismo cromático no persigue nada, no aspira a nada, y es un simple ejercicio estético que dispone el color por su valor intrínseco: el color por el color.

La provocación o transgresión cromática se refiere a una actitud de oposición o renuncia a los principios preestablecidos. El arquitecto quiere romper con los principios de la composición moderna, o con el “buen gusto” dominante, entendido como la sumisión a una estética preestablecida, y recurre al color como recurso para provocar. El color puede ser un arma de denuncia social, aunque también un recurso al servicio de un determinado poder político, corporativo o económico.

Consideramos que laoposición a los principios compositivos modernos a nivel cromático se evidencia en dos circunstancias: la renuncia a un color homogéneo y la despreocupación por la verdad material. La falta de homogeneidad cromática fue introducida por primera vez por el arquitecto italiano Piero Bottoni y ha evolucionado hoy en día gracias al recurso del “pixelado”. estudiamos, así mismo, la despreocupación por la verdadera naturaleza cromáticaa de los materiales de construcción porque consideramos que se trata de una manifestación de la libertad contemporánea en la disposición del color y la superación de los principios dogmáticos de la modernidad, aunque se argumentará que quizá esa liberación no sea tan completa como pudiera parecer a priori.

La manifestación de la libertad creativa en el ámbito artístico es una aspiración heredada de las vanguardias artísticas del s. XX, las cuales llegaron a entender la libertad como un fin en si mismo:

“La libertad de los artistas para hacer lo que quisieran y no necesariamente lo que querían los demás era tan crucial para la vanguardia como su modernidad. (…). Cada nueva forma de expresar los tiempos debía ser superior a lo que había acontecido anteriormente y eso, está claro, no siempre es así (…)” (Hobsbawn, 1999).

Esta circunstancia introduce al arte en un camino abocado hacia la conquista de nuevas cotas de libertad, pero no siempre con un contenido, con una finalidad, más allá de la expresión de esa misma libertad. El crítico de arte Hal Foster reflexiona sobre las obras del arquitecto americano F. Gehry, poniendo el énfasis en que la libertad del artista es en realidad un privilegio que le otorga toda la sociedad a cambio de perder ella misma cotas de libertad. Entendida de esta manera, la expresión de la libertad creativa puede resultar en si misma obscena, pues supone la ostentación de un derecho que sólo poseen unos pocos:

“Los entusiastas de Gehry tienden a confundir esta arbitrariedad con la libertad (…) Como Freud sostenía hace mucho tiempo, el artista es la única figura social a la que se permite ser libremente expresiva en primer lugar, la única exenta de muchas de las renuncias instintivas a las cuales estamos sometidos la mayoría de nosotros como algo de lo más natural. De ahí que su expresión libre implica nuestra inhibición no libre, lo cual equivale a decir que su libertad es sobre todo un privilegio en el cual él, la libertad, más que ponerla en práctica, la representa. De esta licencia goza hoy en día Gehry tanto como cualquier artista, y por cierto que con mayores consecuencias.” (Foster, 2004)

El filósofo J.A. Marina advierte también del peligro de la libertad entendida como un fin en si mismo y repasa las renuncias que ha ido haciendo el arte moderno en aras de una mayor libertad hasta llegar a un camino sin salida: renuncia a la representación de la realidad, renuncia al pasado, renuncia a la técnica, renuncia al propio concepto de arte, renuncia al objeto e incluso renuncia a la voluntad del artista en favor del azar:

“La historia del arte de vanguardia puede interpretarse como la expresión de un valor supremo: la libertad. (…) El arte moderno no fue un arte sino una predicación moral y libertaria. Ésa es su grandeza, lo que le hizo ser perseguido por las dictaduras nazis o soviéticas. Pero resulta difícil convertir su proyecto moral en una realización estética. Esa libertad por la libertad vaga por las salas de exposiciones como un fantasma repetitivo y tedioso. Una nada se parece a otra nada como un huevo a otro huevo. Nuestros museos se están llenando de quisicosas, patéticas y desguazadas, como los restos de una fiesta” (Marina, 1998, p.213).

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