Textura

El color puede ser dispuesto para sugerir una textura distinta del acabado superficial de la arquitectura. Se trata de un recurso extensamente empleado en la historia de la arquitectura para imitar materiales nobles o de gran valor, mediante el empleo de un medio económico como es la pintura. Si el pintor posee pericia suficiente y se dan unas adecuadas condiciones de observación que impliquen cierta distancia respecto de la superficie coloreada, pueden conseguirse efectos muy llamativos.

La imitación de texturas ajenas a la propia del material de construcción es una práctica que cae en desuso a partir del manifiesto de A. Loos “Ornamento y delito” en 1906, en el que se aboga a favor de la defensa de la verdad material.

En la arquitectura contemporánea es habitual la búsqueda de texturas novedosas, pero esta investigación suele desarrollarse mediante la incorporación de nuevos materiales, no mediante la incorporación de colores que sugieran texturas. Es más, se suelen buscar coloraciones que queden incorporadas a la masa del material a modo de tintes y que no oculten o transformen su propia textura.

Existe algún ejemplo aislado, no obstante, de empleo del color para sugerir una materialidad nueva en edificios contemporáneos. Es el caso del Edificio Totovola-IADE (Lisboa, 1973-1984) del arquitecto portugués Tomás Taveira, en el que el hormigón se pinta con un color metalizado para imitar al acero, por circunstancias muy excepcionales que se dieron durante la ejecución de la obra.

IADE Totovola Building, (Lisboa, 1973-1984). Tomás Taveira

IADE Totovola Building, (Lisboa, 1973-1984). Tomás Taveira

Esto no quiere decir, desde luego, que la textura no sea una preocupación importante en la arquitectura contemporánea, más bien al contrario, es habitual la búsqueda de colores que incorporen nuevas texturas y se distancie de los tradicionales “colores lisos”. La arquitectura suiza es bastante paradigmática en la experimentación con colores y texturas de materiales novedosos. Por ejemplo, se observa que en el Edificio Caixa-Forum (Madrid, 2008), los arquitectos suizos Herzog & de Meuron investigan con una chapa taladrada de acero para conformar texturas sugerentes en la superficie de los muros interiores, pero el color no participa en esta textura en modo alguno.

Edificio CaixaForum. Herzog & de Meuron, Madrid, 2008.

Edificio CaixaForum. Herzog & de Meuron, Madrid, 2008.

Edificio CaixaForum. Herzog & de Meuron, Madrid, 2008.

Edificio CaixaForum. Herzog & de Meuron, Madrid, 2008.

El artista Alain Bony, que colabora para la firma de arquitectura Jean Nouvel, intenta a menudo trasladar determinados recursos de la “tradición” vanguardista de un medio plástico a otro. En el pabellón deportivo para el Lycée Duhoda, en Nimes (Francia), dispone una composición de pinturas acrílicas diluidas que recuerdan al Tachismo, y que transforman la lisura de un muro enlucido convencional en un sugerente juego de texturas y matices. En los espacios interiores del mismo proyecto, Alain Bony consigue alterar la textura de los muros de mampostería mediante técnicas de quemado de su superficie.

Lycée Duhoda, Nìmes. Jean Nouvel, Nimes (Francia). Pabellón deportivo

Lycée Duhoda. Jean Nouvel, Nimes (Francia). Pabellón deportivo

Existen ejemplos contemporáneos de arquitecturas que se revisten con una textura de acabado que no es la propia de su material de construcción. Habitualmente son “estampados” figurativos o formas geométricas abstractas que sugieren texturas nuevas, pero que no suelen ser miméticas respecto a otros materiales de construcción.

Los colores planos, sin dibujo alguno, pueden sugerir por sí mismos cierto efecto de textura, dependiendo de la técnica de coloración empleada. Es el caso de determinados estucos, que pueden expresan un acabado similar al terciopelo, o determinadas lacas coloreadas, con aspecto metalizado, ó de una gran lisura, etc. El pintor expresionista V. Kandinsky señala las cualidades táctiles que poseen determinados tonos de color en sí mismos, lo que guarda relación con su capacidad sinestésica:

“Algunos colores parecen ásperos y erizados, y otros son como pulidos y aterciopelados e invitan a la caricia (como el azul ultramarino oscuro, el verde óxido de cromo, el barniz de granza). Hay colores que parecen blandos (el barniz de garanza) y otros que parecen tan duros (el verde cobalto, el óxido verde-azul) que al salir del tubo ya parecen secos” (Kandinsky, 1992, p 43-44).

Una reflexión tan sutil respecto a las cualidades táctiles de los distintos tonos como la que desarrolla Kandinsky sólo puede ser el resultado de una amplia trayectoria de experimentación con el color en su pintura. No se ha encontrado, durante el desarrollo de la presente investigación, a ningún arquitecto contemporáneo que se cuestione de forma consciente la vinculación que el empleo de un determinado color continuo vaya a tener respecto de su textura intrínseca. Es decir, la textura inherente a cada color per se.

Esto no quiere decir, desde luego, que la textura no sea una preocupación importante en la arquitectura contemporánea, más bien al contrario, existe una preocupación por alcanzar un colorido que incorpore nuevas texturas y se distancie de los tradicionales “colores lisos”. Cuando en el año 2001, la empresa británica de pinturas Sikkens involucra a Koolhaas en el proyecto “New colours for a new century”, el arquitecto solicita a cada uno de los más de treinta miembros de OMA que seleccione su color favorito, resultando que muy pocos de ellos eligen un único color aislado y la mayoría imaginan su color con algún tipo de tratamiento:

“Cuando toda la gente de OMA fue interrogada para que propusieran sus colores, para imaginar una pintura o una cobertura, solamente 10 personas eligieron un simple color individual. Muchos imaginaron sus colores con un tratamiento, una manera de modificar la realidad de un modo más sutil que una simple pintura: no simplemente una capa de color sino una condición más sutil, una capa que altere el estado de la pared pintada o el objeto, un color que pudiera interferir con el estatus del objeto pintado” (Koolhaas, 2001).

Se puede concluir que, si bien la capacidad del color para interferir en la textura del objeto arquitectónico tuvo mucha relevancia en la arquitectura histórica como recurso para imitar materiales nobles, este uso desaparece casi por completo en la arquitectura contemporánea a partir de los escritos de A. Loos de principios del s. XX. La textura de los materiales es un fértil campo de investigación en la arquitectura actual y habitualmente se evita que la coloración interfiera en dicha textura. En otras ocasiones se disponen estampados o texturas que no suelen responder a una imitación naturalista de otros materiales, sino que más bien responde a una textura abstracta nueva, basada en algún patrón geométrico. A pesar de que V. Kandinsky señalaba las cualidades táctiles de los colores continuos, parece que la arquitectura contemporánea no los dispone con tal intención de forma consciente, y las texturas se alcanzan alterando físicamente la superficie de acabado o mediante alguna técnica de coloración novedosa.

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Kandinsky, Vasili. De Lo Espiritual En El Arte. Ed. Labor. Barcelona, 1992. pp. 122. ISBN: 8433535099.
Koolhaas, Rem. “El Futuro Del Color Parece Brillante” en . Koolhaas, Rem, et al eds., Colours. Ed. Birkhäuser. Basel etc.,  2001 . ISBN: 3764365692.

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